Coreografiar para la cámara
Para reconstruir el proceso desde que Merce Cunningham y Nam June Paik hicieran su primera obra de videodanza, se debe recordar que la danza moderna y el cine conectan desde sus inicios y que han tenido, cíclicamente, momentos de colaboración intensa. La aparición del vídeo -herramienta más próxima a los movimientos de vanguardia- y el auge de la creación en danza contemporánea en Estados Unidos y en Europa reaviva en los coreógrafos el deseo de experimentar. La posibilidad de participar del gran poder comunicativo de los medios audiovisuales tienta a muchos jóvenes coreógrafos que buscan en la imagen un nuevo espacio escénico y una nueva forma de llegar al público.
Los años ochenta son la época dorada de las producciones de videodanza, especialmente en Francia y Bélgica, donde las instituciones públicas apoyan con decisión a sus creadores. Aparecen festivales y muestras como Video Danse del Centre Pompidou y concursos como el Grand Prix y el Dance Screen organizado por el International Music + Media Center (IMZ), que se convierte en el punto de encuentro profesional, termómetro de la calidad y cantidad de producciones del género y donde se pone de manifiesto el interés creciente de los programadores de televisión. También por esos años comienza a estar presente la videodanza en España: La Mostra de Video-Dansa de Barcelona se convierte en motor, no solo desde el punto de vista de la difusión, sino también de la producción en nuestro país; en Madrid aparecen festivales como Madrid en Danza y la Comunidad convoca ayudas anuales para la producción, mientras que los programas Metrópolis (TVE) y Piezas (Canal+) emiten regularmente producciones nacionales e internacionales de videodanza.
El género no solo existe, sino que ha entrado de lleno en la actividad cultural de finales de siglo a medida que las obras de creación e investigación se van diferenciando de las grandes producciones adaptadas para el mercado televisivo. Pero es necesario reflexionar sobre el futuro, sobre esta tendencia hacia el producto incómodo, accesible de “entretenimiento”; sobre la falta de medios para la investigación, la necesidad de apoyar a realizadores y coreógrafos para que continúen dinamizando la evidente buena relación existente entre la danza y la imagen en movimiento.