Sala 002.05
La Exposición Universal de Sevilla 1992 fue un acontecimiento cultural y político que, organizado para conmemorar el quinto centenario de la Conquista de América, funcionó como un verdadero dispositivo de exaltación de la colonización. Frente al carácter complaciente y optimista que adquirieron los fastos institucionales, algunos de sus actores asumieron un rol crítico. Plus Ultra, la propuesta que la comisaria Mar Villaespesa y la empresa de producción cultural BNV organizaron para el Pabellón de Andalucía, se enmarcó en ese segundo posicionamiento.
El proyecto Plus Ultra se dividió en cuatro exposiciones. Dos de ellas, Tierra de Nadie y Américas, se hacían eco de los debates sobre identidad cultural y representación que empezaban a surgir en la época, como testimoniaron, en 1989, la III Bienal de La Habana y la muestra Les Magiciens de la Terre, organizada por el Centre Georges Pompidou. Plus Ultra se completó con ocho Intervenciones en otros tantos monumentos históricos, uno por cada provincia andaluza, y con El artista y la ciudad, una propuesta de arte urbano en Sevilla. Ambas reflejaban, sí, una crítica a las políticas culturales de las instituciones y a la euforia de la Expo 92, pero también pretendían poner el foco en la atención que el sistema del arte comenzaba a prestar a las prácticas colaborativas, y en la reivindicación del espacio público y del monumento más allá de su consideración como simples vestigios históricos.
En este contexto debemos leer las piezas de la sala, antes en diálogo con el entorno urbano y desplazadas ahora al escenario que comparten en el Museo artistas españoles vinculados a revistas como Figura (1983-1988) y Arena Internacional del Arte (1989) y a galerías como La Máquina Española o Fúcares. Algunos, caso de Federico Guzmán, Mar Villaespesa, Pedro G. Romero, Abraham Lacalle, Victoria Gil, Rafael Agredano y Chema Cobo, aparecen caricaturizados en las jarras de cerveza de Curro González, un irónico muestrario, casi retrato generacional, que el creador ya había expuesto en algunos bares de su ciudad.
La crítica a las instituciones y la ruptura de la división entre alta cultura y cultura popular están presentes en las demás piezas de la sala. José María Giró carga al muñeco de la imagen corporativa que diseñó para el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo con una mochila: el logotipo original realizado por Chillida para el Reina Sofía, que finalmente se consideró inadecuado. La reprobación de la globalización cultural y del consumo también subyace en la instalación de Victoria Gil.
El mural-telón de personajes históricos con el que el colectivo Juan Delcampo cubrió el antiguo Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla incide en la interpretación de la institución-museo como espacio de afirmación cultural. Fue en este centro de arte, situado frente al Archivo de Indias, donde el grupo Agustín Parejo School jugó a la impostura y presentó la instalación que ahora podemos ver en la sala: pantallas de televisores con escenas de la actualidad latinoamericana pintadas por Lenin Cumbe, un artista ecuatoriano que en realidad nunca existió.