Sala 002.16
Ana Torfs recurre al tapiz como soporte de diferentes capas de información, combinando imágenes y palabras en un dispositivo situado entre la evidencia de lo artesanal y la sugerencia de lo mecánico. La serie de obras de esta sala evocan diferentes elementos culturales que, combinados, producen un efecto de acumulación y extrañamiento y señalan, de un modo enigmático, a conceptos como viaje, migración, trabajo o conquista.
Las escenas están enmarcadas por un aparato mecánico con manivelas en los bordes, inspirado en una antigua ilustración de la novela de Jonathan Swift Los viajes de Gulliver (1726). Los recuadros interiores contienen diferentes imágenes: brújulas, veleros, mapas, fragmentos sacados de fotografías, grabados, pinturas al óleo o páginas de libros procedentes de diferentes épocas y latitudes. La artista se muestra así interesada en todo aquello que sugiere errancia, movimiento o intercambio, partiendo en primer lugar de las palabras, concebidas como ser migratorio. Según Torfs, «Las “palabras errantes” –una traducción literal del poético nombre alemán “Wanderwort”– son un tipo especial de préstamo lingüístico, una forma que está ampliamente difundida entre numerosos idiomas y culturas en un área geográfica significativa». Torfs escoge para cada uno de estos tapices una «palabra errante» asociada a la historia de la colonialidad y al mundo de las rutas comerciales de la primera globalización: jengibre, azafrán, azúcar, café, tabaco y chocolate.
Los tapices han sido tejidos en un telar de Jacquard, la primera máquina programable. Inventada en 1801, funciona mediante unas tarjetas perforadas en las que estaban grabados unos diseños en formato binario, lo que permitía tejer cualquier diseño imaginable. Al igual que la máquina de ficción en Los viajes de Gulliver, el telar es el precursor del ordenador moderno.