Sala 416
En la política cultural que llevó a cabo el régimen de Franco durante los años cincuenta destacaron las Bienales Hispanoamericanas de Arte. Se trataba de certámenes artísticos organizados por el Instituto de Cultura Hispánica que perseguían exhibir y premiar obras de creadores iberoamericanos contemporáneos. La III Bienal evidenció la importancia del arte abstracto. Además, su interés recae en que supuso una exitosa forma de propaganda que dio a conocer el panorama del arte español en el contexto internacional, así como el arte internacional en España.
Se llegaron a celebrar tres Bienales Hispanoamericanas de Arte. La I Bienal tuvo lugar en Madrid en 1951. La II se desarrolló en La Habana en 1954. La III y última Bienal se inauguró en el Pabellón Municipal de Exposiciones de Barcelona en septiembre de 1955. El acontecimiento reunió un cuantioso número de obras que se clasificaron en diferentes géneros (escultura, pintura, acuarela, dibujo y grabado, arquitectura y orfebrería, y esmalte). Con un rotundo éxito de público y gran visibilidad en la prensa tanto generalista como especializada, la exposición mostraba piezas de muy diversa índole realizadas por creadores heterogéneos, algunos de los cuales, como Martín Chirino, Will Faber, Ángel Ferrant, Oswaldo Guayasamín, Manuel Millares, Enric Planasdurà, Pablo Serrano, Juan José Tharrats, Antoni Tàpies o Fernando Zóbel, pueden verse en esta sala.
A pesar de las distintas concepciones estéticas que estuvieron representadas, la crítica ha considerado que la III Bienal supuso el triunfo oficial de la abstracción. En este sentido, entre los múltiples eventos culturales oficiales y extraoficiales que se desarrollaron con este motivo, no debe olvidarse la exposición El arte moderno en los Estados Unidos: selección de las colecciones del Museum of Modern Art de Nueva York. Distribuida en dos sedes (el Palau de la Virreina y el Pabellón Municipal de Exposiciones), presentaba una selección de piezas relacionadas con la arquitectura, la escultura, el grabado y la pintura estadounidenses del siglo XX que dio la oportunidad de contemplar por vez primera obras del Expresionismo Abstracto en España. No han pasado desapercibidas las lecturas políticas de este proyecto que se llevaba a cabo en el contexto de la Guerra Fría y tras la firma de los Convenios hispano-norteamericanos de 1953. Hermanados estéticamente, Estados Unidos se presentaba como un amigo artístico y político que, a la vez que se beneficiaba de la posición estratégica de España, tenía la capacidad de promover la visión moderna del régimen franquista tanto nacional como internacionalmente.
Para la fecha de clausura de la III Bienal España había sido admitida finalmente en la ONU. En los años sucesivos la acción de difusión estadounidense tendría aún algunos hitos en nuestro país gracias a la presencia de Estados Unidos en la Feria de Muestras de Barcelona (1956 y 1957) y en la Feria Internacional del Campo de Madrid (1959). En las dos ciudades, los arquitectos Peter Harnden y Lanfranco Bombelli levantaron sendos pabellones construidos a partir de estructuras y elementos prefabricados que sirvieron como escaparate del modo de vida americano plasmado en materias primas como el algodón o el azúcar, pero también en los grandes avances tecnológicos de esta potencia económica.
La década, fundamental en el plano artístico, concluía con un abrazo, real y simbólico, que presidió las portadas de periódicos y revistas: el de Franco con Eisenhower, primer presidente de Estados Unidos que visitaba España