Sala 423
El talento literario y el compromiso político de Max Aub (1903-1972) lo convirtieron en una figura de referencia indiscutible en la España de los años veinte y treinta. Tras el estallido de la Guerra Civil, formó parte de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura de Madrid, fue agregado cultural de la Embajada de España en París y, por designación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, miembro de la Junta Delegada de la expansión cultural española en el extranjero.
Amigo de pintores como Josep Renau y agente activo en el encargo del Guernica para el Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937, en 1939, año de su exilio, comienza la serie novelística de El laberinto mágico donde narra la experiencia de la Guerra de España y de los campos de internamiento. Títulos como Campo cerrado (1943), Campo abierto (1951) o Campo francés (1965), pertenecientes al citado ciclo, junto con otros como Diario de Djelfa (1944), forman ya parte de la identidad estética y del universo literario que nos ofreció este extraordinario autor.
Pero no será hasta finales de los cincuenta cuando Max Aub invente la figura de Jusep Torres Campalans, un creador apócrifo originario de Cataluña que habría participado en la formación del cubismo en París y que, posteriormente, se habría exiliado en México. Además de escribir su biografía, publicada en el libro Jusep Torres Campalans (1958), realizó un juego de naipes con textos ilustrados (1964) y más de treinta obras que firmó con este nombre y que llegó a exponer tanto en la Galería Excelsior de México en 1958 como en la Bodley Gallery de Nueva York en 1962. Se trataba de un juego artístico, un proyecto literario, crítico y plástico que estaba impregnado de humor, pero que también reflexionaba detenidamente sobre algunas de las propuestas estéticas de las vanguardias históricas. De hecho, muchas de las obras que supuestamente eran de la mano de Campalans presentaban guiños visuales con la estética de Picasso, figura clave del período artístico narrado y del imaginario del exilio español de 1939. Así, de forma anacrónica, los ismos del pasado volvían a estar sobre la mesa. En el contexto de la Guerra Fría, Aub hablaba del arte que fue, de la memoria que quedaba y advertía acerca de la incertidumbre del momento o de las posibles pérdidas futuras.
En 1969 Aub visitaba por primera vez España tras el establecimiento del régimen franquista. Se encontró con un país que no coincidía con el que había dejado ni con el que había reconstruido en su recuerdo a lo largo de sus años de exilio, como se desprende de las páginas del diario La gallina ciega (1971). Un año después de la publicación de este libro y tras un segundo viaje a España, Aub falleció en su casa de Ciudad de México situada en el número 5 de la calle Euclides, desde donde había remitido a sus compañeros de andanzas carteles en los que ficción y realidad, palabra e imagen tipográfica, quedaban hermanadas