Sala 103.18
Carmen Laffón: La sal, 2019

La obra de Carmen Laffón expresa su afecto personal por la naturaleza y, en particular, por el entorno de Sanlúcar de Barrameda, frente al Coto de Doñana, donde comenzó a pintar y donde se ubica la finca familiar en la que la artista residió intermitentemente a lo largo de su vida. En su última década de actividad Laffón había redefinido sus paisajes al retratar los espacios limítrofes entre la tierra y el agua, las líneas de horizonte, lugares donde la atmósfera es vaporosa y se producen reflejos e indefinición de las formas, como las series dedicadas a las salinas de Bonanza, en Sanlúcar, a las que pertenecen los ocho bajorrelieves policromados que se pueden apreciar en esta sala.

Imágenes de la sala

Sala 103.18

Sala 103.18

La obra de Carmen Laffón expresa su afecto personal por la naturaleza y, en particular, por el entorno de Sanlúcar de Barrameda, frente al Coto de Doñana, donde comenzó a pintar y donde se ubica la finca familiar en la que la artista residió intermitentemente a lo largo de su vida. En su última década de actividad Laffón había redefinido sus paisajes al retratar los espacios limítrofes entre la tierra y el agua, las líneas de horizonte, lugares donde la atmósfera es vaporosa y se producen reflejos e indefinición de las formas, como las series dedicadas a las salinas de Bonanza, en Sanlúcar, a las que pertenecen los ocho bajorrelieves policromados que se pueden apreciar en esta sala.

La singularidad de los motivos representados —unas abstractas y geométricas pirámides de sal y su reflejo, divididos por un horizonte bajo, tal y como se percibía desde su estudio— aporta a estos trabajos inscritos en el género tradicional del paisaje un carácter contemporáneo. En la sala se ha respetado la idea de secuencia cinematográfica y el carácter de instalación con el que la artista concibió la pieza, lo que refuerza la fragilidad de los materiales y la inevitable asociación con la condición quebradiza del tiempo presente. Las imágenes, de materialidad arenosa, parecen a punto de desaparecer. Esa rotunda modernidad del trabajo de Laffón viene dada también por la honestidad con la que se enfrenta a la pintura y a la escultura y por su respeto a la tradición del barroco sevillano —cuyos blancos resuenan en las tonalidades de sus salinas y, previamente, en series como la dedicada a la cal—, así como por el profundo conocimiento que la artista poseía de la pintura abstracta del siglo XX, el rastro de la cual subyace en sus figuraciones, formas geometrizadas y única referencia al elemento humano ausente.

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