Tras el estallido de la Guerra Civil Española, Esteban Vicente (Turégano, 1903 - Bridgehampton, EE.UU., 2001) se instala en Nueva York en 1936, aunque su actitud y propósitos de artista dominan sobre la consideración de exiliado. El artista se integra con rapidez en el medio artístico neoyorquino y su primera exposición individual se celebra un año después, en 1937. También participa en la muestra Talents (1950), organizada en la Kootz Gallery por el crítico de arte Clement Greenberg y el historiador del arte Meyer Schapiro. Su inclusión en el ensayo Abstract Painting: Background and American Phase (1951), del crítico Thomas B. Hess, sitúa a Vicente como uno de los máximos representantes de lo que se denomina Expresionismo Lírico, junto a Philip Guston y William Baziotes, entre otros.
Esta exposición reúne más de un centenar de obras realizadas con técnicas diversas (pinturas, dibujos y collages) y arranca precisamente con los trabajos realizados a partir de 1950, momento en el que cambia su lenguaje de modo radical e inicia un período propiamente abstracto. Su trabajo pictórico y su exitosa carrera se completan con su faceta como docente en algunas de las más prestigiosas instituciones norteamericanas, labor que prolonga hasta los años noventa.
Esteban Vicente rechazó la expresividad desmedida de la pintura gestual y optó por una pintura fundamentada en el color, la forma y la materia. El aprendizaje de la pintura de Juan Gris durante la época de su residencia en Paris, en 1929, provoca en Vicente la noción de equilibrio en la composición, basada en el empleo de retículas organizadoras ocultas. Por otro lado, el cambio que se advierte en su pintura a comienzos de los años cincuenta se refiere principalmente a un proceso paulatino de depuración de los aspectos dibujísticos en favor del color. A este respecto, sus collages se convierten en el medio que favorece el camino a la abstracción de su pintura, como se aprecia en Collage #1 (1952) y Collage #3 (1953).
El empleo de este recurso le permite experimentar con las interacciones de campos de color y su disposición dinámica sobre el lienzo, lo que redunda en la definición del espacio. En sus collages, los trozos de papel de color se rasgan, en lugar de ser cortados limpiamente, de esta manera insiste en la idea de densidad cromática y en la sugerencia de la forma flotante sin perfiles precisos y que, por eso mismo, se convierte en emoción, como en Collage #2 (1956). A partir de 1957 el propio pintor considera sus obras como “paisajes”, en el sentido de estructuras, como ocurre en Nº 1 (1958).
Sin perder la referencia a la naturaleza y el paisaje, desde finales de los sesenta las manchas cromáticas ganan en extensión, como en la serie Princeton (1966). La pincelada se hace más suelta y la interacción de las superficies de color se suaviza, el acento se marca en la capacidad traslúcida y evocadora de los colores, como en Enigma (1970), Cantabrian series: Silver Blue (1982) o Spring Symphony (1995). Del mismo modo, el conjunto de dibujos reunidos en la exposición constatan su voluntad experimental en lo referente a los principios compositivos.
Datos de la exposición
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela (13 junio - 30 agosto, 1998); Museo de la Pasión y Monasterio Nuestra Señora del Prado, Valladolid (8 octubre - 8 noviembre, 1998); Fundación Pilar i Joan Miró y Casal Solleric, Palma de Mallorca (12 febrero - 12 abril, 1999)