Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996) convierte la práctica del collage en un laboratorio experimental donde, con herramientas y materiales distintos a los pinceles y pigmentos logra realizar una pintura pura sin pintura.
Organizadas en base a cuestiones técnicas y estéticas, más que cronológicas, las noventa obras que componen esta exposición ofrecen una completa aproximación al trabajo de Rueda, desde sus primeras composiciones en las que combina papel de color y tinta china -donde el papel actúa como un color más y “el dibujo ayuda a enlazar lo disperso” como afirma en marzo de 1996-, hasta la formulación del collage como pintura y la expansión de los límites hacia el ensamblaje en obras como Evocación viajera (1982) y Cosas de artista (1986).
Rueda es miembro del grupo de Cuenca -reunido en torno a Fernando Zóbel y Gustavo Torner- y conoce la técnica y las propuestas vanguardistas referidas al collage, pero enseguida consigue superar las limitaciones del constructivismo histórico para lograr una armonía constructiva. Su propósito es convertir el papel pintado en medio pictórico. De los papeles de color, cortados según formas irregulares o desgarrados, saca partido estético y compositivo, al aprovechar la indefinición de los límites de texturas y juegos cromáticos. Además, introduce la noción de dimensión y asume sus cualidades matéricas, al buscar efectos lumínicos o de opacidad en la superposición. Cuando emplea sobres, invitaciones o recortes de periódicos, insiste en la esencia compositiva y constructiva del collage, y juega con las palabras y los textos impresos, lo que genera obras en las que expande la categoría del collage hacia la creación poética visual.
Hacia 1957 el papel de seda arrugado se convierte en su principal recurso, y desarrolla un discurso sobre la función de la materia y el color, lo que también afecta a sus obras con cajas de cartón como Tres formas (1967) o Para Manolo Silvela in Memorian (1965). Como ocurre en su pintura, los collages revelan sus referencias a María Helena Vieira da Silva, Serge Poliakoff y Nicolas de Staël, además de sus homenajes a Henri Matisse.
La total entrega de Rueda al collage radica en que lo considera como el mayor ejemplo en el que aún se puede advertir la mano en el trabajo del artista, de ahí deriva también su admiración por Kurt Schwitters, Joaquín Torres García, Joseph Cornell y Robert Motherwell. Por otro lado, en el collage también descubre la capacidad del artista de salvar materiales destinados a la papelera y convertirlos en material pictórico. Así, primero experimenta con los sobres, que le ofrecen cualidades táctiles y una amplia gama de marrones, y que además utiliza para desarrollar efectos de acumulación a partir del principio dentro-fuera. Posteriormente, a partir de los años noventa inicia sus denominados “collages de rescate”. En ellos, la mayoría de los papeles son desgarrados con un gesto manual, de modo que, en el momento de componer se mezclan azar y arbitrariedad con la intención.
Datos de la exposición
Museo de Bellas Artes de La Coruña (30 julio - 14 septiembre, 1997); Château d'O, Montpellier (15 enero - 28 febrero, 1998); Kunstmuseum Bochum, Alemania (14 marzo - 3 mayo, 1998); Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber (junio - julio, 1998); Museo Regional de Guadalajara, México (septiembre - octubre, 1998)