Jacques Lipchitz (Druskieniki, Lituania, 1891 - Capri, Italia, 1973) forma parte del grupo de artistas renovadores de la escultura, junto a otros como Constantin Brancusi, Henri Laurens, Ossip Zadkine o Amedeo Modigliani. El lenguaje escultórico vanguardista evoluciona a partir del discurso cubista y supera la técnica de modelado y la estética expresionista tardo-romántica impuesta por Auguste Rodin.
Lipchitz se instala en La Ruche, el edificio-colmena de talleres del barrio de Montparnasse, desde su llegada a París en 1909. Su trayectoria se define por el logro de una escultura cubista, basada en formas y volúmenes sintéticos. Destaca también su estrecha colaboración con Juan Gris, con quien lleva a cabo “la vitalización de la llamada al orden”, en palabras del especialista Christopher Green, que defiende y patrocina L´Effort Moderne, la galería de Léonce Rosenberg, marchante de Lipchitz entre 1916 y 1920.
Esta exposición quiere reivindicar que, una vez asumido el cubismo como gramática fundamental de su trabajo, el escultor lituano participa en la renovación y revolución de la escultura. El punto de partida es la concepción de la misma desde valores cerrados, por su sentimiento arquitectónico del espacio y por su capacidad para lo monumental, lenguajes que el artista desarrolla y afianza entre 1915 y 1925.
Con el ejemplo pictórico de Gris y Pablo Picasso y el modelo analítico de Umberto Boccioni, Lipchitz propone una escultura denominada “Cubismo orgánico”, donde el valor de construcción se impone al de disección. José Francisco Yvars, comisario de la muestra, lo define como “sencillas estructuras abstractas convertidas en masas frontales equilibradas por planos sobrepuestos, con suaves indicaciones figurativas moduladas por las sombras”.
Esta descripción es válida para sus relieves y obras de bulto redondo como Marinero con guitarra, (1914) o Arlequín con mandolina (1920). Además, en las obras de este momento de definición se advierten reminiscencias góticas, que perduran después: la mandorla como estructura-marco de composiciones y un fuerte sentido de la verticalidad. Todo ello acentúa el carácter monumental de sus esculturas públicas y decorativas, como se advierte en Arlequín con mandolina en un óvalo (1923) y Estudio para Notre-Dame de Liesse (1953).
La obra de Lipchitz entre 1926 y 1930 se caracteriza por lo experimental, con dominio de las transparencias, como en La alegría de vivir (1927). Tras ello, se aproxima a Alberto Giacometti, Jean Arp y Henry Moore. La evolución formal y plástica de su lenguaje escultórico coincide con un cambio en los temas: la mitología clásica y los asuntos bíblicos, que responden al momento político y social. El modelado revela la carga dramática y alegórica que añade a las piezas, que remiten a la Guerra Civil española, como en Escena de guerra civil (1936) y a la Segunda Guerra Mundial en El rapto de Europa (1941). También refleja su exilio a Estados Unidos en 1941 en obras como El peregrino (1942). Sus últimas esculturas evidencian una vuelta a asuntos ensayados anteriormente y a temas de la mitología y la Biblia, movido por la recuperación de sus raíces judías.
Datos de la exposición
IVAM, Valencia (18 septiembre - 30 noviembre, 1997)
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